La volatibilidad de la palabra

El valor otorgado a la palabra se devaluó en parte con la difusión de la imprenta, quizá no tanto por la imprenta en sí misma pero sí por la democratización de la escritura. Esto no es una idea mía, bien la explica Walter Ong en su conocidísimo ensayo sobre oralidad primaria y secundaria.

En esta misma línea me divertía con un artículo publicado los otros días en LNOL, sobre cierto ministro brasileño que dispuso la prohibición del uso (y abuso) del gerundio como excusa para responder con cortesía a la descortesía burocrática: “Lo estamos estudiando y lo estamos llamando”. Digamos, cuando “un día de estos” equivale a “por el momento no está en nuestro planes”.

A las palabras (orales) se las lleva el viento... y a veces, también a los papeles (las palabras escritas). ¿Para qué tener palabra si la palabra no puede cambiar la realidad? ¿O sí? ¿Qué creen?

por Graciela Paula Caldeiro