Es, pues, de saber que este sobredicho hidalgo, los ratos que estaba ocioso -que eran los más de año- se daba a leer libros de caballería, con tanta afición y gusto, que olvidó casi de todo punto el ejercicio de la caza y aun la administración de su hacienda y llegó a tanto su curiosidad y desatino que vendió muchas fanegas de tierra de sembradura para comprar libros de caballería en que leer (...) ningunos le parcían tan bien como los que compuso el Feliciano de Silva (...) donde muchas partes hallaba escrito: “La razón de la sinrazón que mi razón se hace, de tal manera mi razón enflaquece, que con razón me quejo de vuestra fermosura”. Y también cuando leía: “Los altos cielos que de vuestra divinidad divinamente con las estrellas os fortifican y os hacen merecedora del merecimiento que merece la vuestra grandeza...” Con estas razones perdía el pobre caballero el juicio y desvelábase por entenderlas y desentrañarles el sentido, que no se lo sacara ni las entendiera el mismo Aristóteles, si resucitara solo para ello.
Miguel de Cervantes, Don Quijote de la Mancha, capítulo primero
En un reportaje intersante que se publica en LNOL, dice Marcelo Cohen que recurir a las frases hechas para expresarnos es una invitación a pensar menos... o a no pensar. No creo que los medios de comunicación sean tanto un retrato de la mediocridad sino más bien la expresión del gusto promedio. El promedio es una nivelación que eleva a algunos y que limita a otros... y esto no es nuevo, ya se reflejaba en aquellos viejos estudios que demostraban que la cantidad de horas de exposición frente a la TV elevaba el redimiento escolar de los niños pertenecientes a niveles socioeconómicos bajos. Pero es cierto, los medios son los grandes distribuidores de lugares comunes, y muchos compramos e incorporamos, sin demasiado trámite. Y al respecto hablaré una vez más de un eufemismo mediático que me causa bastante disgusto... el de utilizar la palabra “humilde” en el lugar de “pobre”. Llamar humildes a los pobres, no solo es un lugar común sino que una ofrensa para los humildes. Porque la humildad es una virtud, la pobreza, no. Y no es que la pobreza sea un defecto, pero por cierto, no es algo de lo que alguien pueda sentirse orgulloso. Y de tanto repetir esto, al fin parece que ser pobre está bien y que entonces ser rico es poco virtuoso. ¿Por qué nunca nadie se detiene a pensar en este asunto? Yo creo que el uso del lenguaje nos define, habla de nosotros más que el mismo contenido de lo que decimos. Solo un uso adecuado del lenguaje hace transparente nuestro pensamiento. Y la creación literaria, en este sentido, nos redime. Porque Cervantes se burlaba de Feliciano de Silva y su catarata de lugares comunes, seguimos riendo con Don Quijote, cuatrocientos años después. ¿Cuantas veces repetimos frases hechas en un solo día? ¿Alguna vez nos detuvimos a pensar que pueden no significar nada?