"A mi se me hace cuento que empezó Buenos Aires: la juzgo tan eterna como el agua y el aire." Jorge Luis Borges

El destino de Buenos Aires

Ayer, LNOL publicó un adorable relato , imperdible para los amantes de Macondo. Reconozco que la historia me emocionó hasta las lágrimas (ojo, yo no lloro por cualquier cosa). Es que me conmueve la pasión del artista, el compromiso con su obra, la tenacidad del artesano, la prolijidad del oficio, el apoyo incondicional de su compañera, el amor, la fé en el éxito y la conciencia de una gloria que descarto, no será efímera.

Pensaba escribir sobre todo aquello que tanto me moviliza, pero inesperadamente, hacia el final del artículo, me trabé en una frase curiosa:

“Ustedes son los que no saben dónde están. Buenos Aires queda en el confín del mundo. Cuando llegas a esta ciudad, ya no puedes ir a ninguna parte. Aquí se acaban todos los caminos. Si te pones a mirar los mapas, te asfixias. Sientes que el planeta te pesa en las espaldas y que te puede caer encima en cualquier momento.” Esto le dijo Gabriel García Marquez a Tomás Eloy Martinez cuando se despedían, en 1967 luego de aquel mítico viaje a Buenos Aires.

Y Buenos Aires no habrá sido nunca tan pintorezca como Macondo, pero igual García Marquez captaba su esencia indescriptible, el destino geográfico de fin del mundo que sin duda, portamos como un estigma. Y Buenos Aire no será Macondo, pero está llena de personajes irreales, que transitan por Otra Realidad, en donde Buenos Aires es el ombligo del mundo por arte de magia. Porque se ve a sí misma como una ciudad literaria, incomprensiblemente ficticia en donde los acotecimientos suceden como si alguien los narrara. Donde podemos ser cultos y salvajes a la vez. Donde la contradicción es la norma. Donde nadie sabe lo que quiere ni menos lo que no quiere... pero se actúa como si alguien realmente lo supiera.

No sé por qué Buenos Aires es tan porteña. Como si acabáramos de llegar o ya estuviéramos por irnos. La no pertenencia es su sentido de pertenecia. La diversidad cosmopolita que nos embellece convive con una democrática intolerancia que nos desdibuja. El progresismo es reaccionario y los reaccionarios no tienen tradiciones que conservar. Es que estamos tan lejos del mundo... ¿a quién le importa? Evidentemente, la frase de García Marquez me sugiere una hipótesis que no descartaré de ahora en adelante.

por Graciela Paula Caldeiro