• No fui yo, fue el chip

Fertilización asistida, implantes de todo tipo y para todos los gustos, ingeniería genética, memoria articial. La tecnología avanza a una velocidad a veces un poco difícil de asimilar. Los límites entre lo “artificial” y lo “natural” parecen desdibujarse hasta marear al más docto de los especialistas en “bioética”.

Un artículo publicado en La Nación sobre la posibilidad de la memoria artificial, me ha hecho imaginar delicias como la de ponerme un “casco” para convertirme automáticamente en políglota sin tener que pasar largas horas memorizando vocabularios o controlar el aire acondicionado del living simplemente con el deseo de sentir menos calor. Sin embargo, no son todas buenas noticias: las implicancias de este tipo de posibilidades son levemente perturbadoras. Si nuestra conciencia -alojada en el cerebro- puede ser manipulada por otra conciencia a través del uso de tecnología, entonces ¿cuál es la entidad moral de este cerebro modificado? Si somos lo que sentimos y lo que pensamos y alteramos esa "esencia esencial" que nos define como humanos... ¿cuál será entonces nuestro "sí mismo"? La película de terror es obvia y como si se tratara de una “posesión demoníaca” no es tan delirante imaginar que la conciencia modificada artificialmente cuestiona uno de los pilares más profundos de existencia humana. Cada vez resultará más difícil encontrar una respuesta satisfactoria para los interrogantes humanos por excelencia: ¿Quién soy? ¿Qué hago aquí? ¿Cuál es mi destino?

Sin embargo creo que pese a objeciones éticas de cualquier tipo, la ciencia y la tecnología no pueden detenerse. Entonces quizá la respuesta esté implícita en la misma pregunta si todavía nos la seguimos haciendo. Porque en ese preguntar se define la “naturaleza” humana, todo lo demás... es solo cuestión de tiempo.

por Graciela Paula Caldeiro