¿Así te has ido, mi señor, mi amor,
mi amigo? ¡Esperaré noticias tuyas
durante todo el día de la hora,
porque en cada minuto hay muchos días!
¡Contando el tiempo así, seré ya vieja
cuando vea otra vez a mi Romeo!
Romeo y Julieta, Shakespeare
Una nota publicada en LNOL, nos recuerda que no amamos con todo el corazón sino con todo el cerebro. En realidad, ya hemos hablado muchas veces por aquí de los mecanismos físicos del enamoramiento y de las órdenes que imparte nuestro cerebro cuando caemos rendidos frente al hombre/mujer de nuestros sueños, pero no se trata en esta ocasión de discutir sobre los aspectos encantadores del amor, sino en sus variantes dolorosas o patológicas.
Walter Riso, un detractor del psicoanálisis, autor de libros como Amar o depender, considera que el amor es una de las cinco adicciones modernas, y las enumera:
1.La belleza
2.El celular
3.Internet
4.El trabajo
5.¡El amor!
Es bastante fácil intuir como podemos desear estos íconos de la felicidad postmoderna... ser eternamente jóvenes, estar comunicados todo el tiempo, gratificarnos con lo que podemos hacer bien... y el amor, el amor romántico, transformado en un derecho y hasta quizá en una obligación.
Pero aparentemente, como toda potencial adicción, el amor puede traer como consecuencia algunas patologías, entre ellas, conductas obsesivas, ansiosas o depresivas... o al menos eso se registra en gran parte de las consultas demandantes de psicoterapias.
¿El amor es un impulso? ¿Un arrebato? ¿Un mal (o un bien) inevitable? Riso piensa que es algo más que eso, sostiene que es un acto voluntario que sintetiza emoción y pensamiento, por lo tanto, reúne, amistad, afinidad, respeto y solidaridad. Entonces, aquellos que afirman que en la guerra y en el amor todo vale... entran bajo sospecha.