Sin embargo, en la antigüedad, el sentido atribuido a esta frase, era exactamente el contrario: como la palabra escrita esta muerta, puede admitir interpretaciones ambiguas y hasta contrarias a la intención de quién la escribió, en cambio, las palabras dichas en voz alta, admiten la réplica de un interlocutor, el debate instantáneo, la aclaración (y con ella, la limitación de la ambigüedad).
De esta cuestión se desprenden, al menos, dos ideas interesantes. Por un lado, la devaluación de la palabra oral en la tradición occidental en donde lo dicho si no está escrito, es suceptible de caer en el olvido, pero también, un olvido potencialmente más peligroso que es el del apego a lo escrito como una cuestión inamovible (sin importar que sea errónea, injusta, obsoleta, descontextualizada...)
¿Y que quedará entonces para las palabras digitales, a mitad de camino entre el papel y el aire? ¿Como se adapta la sentencia latina a los tiempos que corren por a Red de redes?