Creo que el orgullo es afin a varias características de la personalidad, de las cuales es subsidiario: una forma particular de entender la autoestima, una importante confianza en uno mismo, o quizá el temor muy bien oculto de parecer vulnerable. Esto es instintivo, si hay debilidad, lo mejor es que no se note. Solo los fuertes sobreviven.

El orgulloso suele sentir que dar el brazo a torcer es una suerte de derrota. Primo del testarudo, el orgulloso confía en su verdad y la defiende a capa y espada. ¿Pero realmente ser orgulloso significa no prestarse al juego de la humillación? ¿O una buena “humillación” podría ser simplemente una jugada inteligente si se da en el momento oportuno? ¿O quizá es que el orgulloso ve humillación cuando solo hay solidaridad o buena onda? Pareciera que en este caso, el orgulloso no es más que un pobre tipo...

Si entendemos el orgullo como soberbia, pues sí, estamos hablando de un pecado capital, y por algo lo habrán puesto en la lista negra. Pero ser soberbio significa pretender más de lo que uno es ¿y si la medida fuera la adecuada? negarlo sería entonces “falsa modestia”... Ahí el orgulloso no es otra cosa que justo y su justicia un mérito propio, incuestionable.

Lo cierto es que el orgulloso - en el peor sentido - desprecia a quienes viven de la caridad ajena (material, espiritual o afectiva). Porque el orgulloso nada necesita de nadie, se basta a sí mismo, se la banca. Así pues, la contracara del orgullo es la dificultad para aceptar ayuda... cuando no, la negación misma de las dificultades.


“El orgullo es una degradación del amor propio” decía cierto personaje en una telenovela exitosa parafraseando quién saben a quién, pero qué importa... la pregunta es ¿lo es realmente? ¿o el orgullo es más bien una rara virtud en tiempos en donde prevalece el ventajismo, la autocomplacencia y la escasa predisposición a hacerse cargo de los propios errores?

por Graciela Paula Caldeiro