“Mandar a recitar de memoria lo que no se entiende es hacer papagallos, para que... por la vida sean charlatanes" (Simón Rodriguez, criticando el método Lancasteriano. Weimberg, 1997)

El elogio de la memoria

En un mundo en donde los libros eran escasos, recordar la información tenía sin duda un valor incalculable. No es difícil entender que las personas durante la Antigüedad y la Edad Media, sintieran absoluta fascinación por la capacidad de recordar. El Talmud, escrito a base de reglas mnemotécnicas fue transmitido oralmente durante muchísimos siglos... siglos a través de los cuales, los estudiantes eran instruidos en el arte de adiestrar la memoria. Se sabe que Santo Tomás de Aquino había alcanzado merecida fama por haber redactado mentalmente toda la Summa Teológica, dictándola después y valiéndose solo de algunas pequeñas notas. Pero los tiempos han cambiado. Y de la mano del desarrollo tecnológico existen hoy nuevas formas de estudiar y de producir conocimiento. Nuestra pequeña memoria, ha perdido el protagonismo con la llegada de los numerosos recursos que nos permiten ampliar la cantidad de información que nuestro cerebro es capaz de almacenar: fotografías, grabaciones, películas... un bolígrafo, la pequeña agenda del celular...

Muchos bytes han corrido bajo la capacidad de la humanidad para atesorar la información, bien precioso si los hay. Hemos aprendido que información no es igual a conocimiento... y las consecuencias de tal aprendizaje son realmente importantes. El punto clave es que hoy ya no valoramos la memoria como lo hacían nuestros antepasados. Casi todos coincidimos en que comprender no es lo mismo que recordar: relacionar, analizar, inferir, deducir... vale mucho más que memorizar. ¿Acaso, Google mediante, la información que nos haga falta no la podemos hallar en la web a la breve velocidad de un par de clicks? La memoria, devaluada en términos de conocimiento, parece correrse a un costado para dar lugar a un nuevo concepto de inteligencia. Porque la habilidad para recordar ha dejado de fascinarnos: “Pensar es olvidar las diferencias, es generalizar, abstraer”, reflexiona Borges, al describir el memorable exceso de memoria de su célebre Funes.

¿Pero no será demasiado atrevido considerar que la memoria es un atributo menor? ¿Es acaso posible desarrollar la capacidad de comprender y analizar sin ejercitar en cierto grado una necesaria acumulación de datos? Por mi parte desconfío de la inteligencia de las personas poco memoriosas. Creo que la memoria es tan necesaria para la vida diaria y para el desarrollo de la inteligencia, como los datos que podemos almacenar en los periféricos que nos rodean. Entrenar la memoria no debería estar fuera de la agenda de las habilidades por aprender. Porque recordar nos permite comprender nuestro presente y anticiparnos al futuro... lo cual es, básicamente, la esencia de la libertad.

¿Se consideran personas memoriosas?

por Graciela Paula Caldeiro