¿Y qué le pedíste a Papa Noel?, pregunta la señora a la nena no con malas intenciones. De todas formas, la dosis de resulta suficiente como para exasperarme. Me pregunto por qué la gente no sabe hablar con los niños. ¿Acaso tienen tan lejos la infancia que ya olvidaron que los niños tienen un cerebro y saben usarlo?
En estas seculares navidades que se avecinan, aprovecho la ocasión para alistarme a las filas del anti-papanoelismo (o anti-santaclausismo según el doblaje), mito absurdo si los hay, especialmente bajo el brillo austral de la Cruz del Sur. ¿Nadie le avisó acaso al ridículo barbudo polar, que acá abajo del ecuador, las estaciones están “al revés” porque pasa que el eje de la tierra está inclinado y el sol no nos da menos por estas épocas del año? ¿No se enteró que el solsticio de invierno es por acá el solsticio de verano? ¿No se enteró este obeso geronte que hacer tanta diferencia entre niños ricos y pobres es de mal gusto? ¿Acaso los niños pobres se portan mal y no merecen su premio? ¿O acaso el viejo zorro sabe que las cartas de los niños ricos deben leerse antes?
A los defensores de la “inocencia”, les pido por favor que reflexionen un minuto. “Inocencia” es en este caso eufemismo por “mentira” cuando no “estupidez”. Una cosa es un relato mítico y otra, argumentar en favor del pensamiento mágico infantil, aún en contra del instinto racional de los chicos. Y a los defensores de la “fantasía”, les recomiendo enfáticamente la ciencia ficción, la ficción científica, la novela histórica, el realismo mágico y los cuentos de hadas. Se puede disfrutar de la fantasía sin pretender que sea realidad, es más... se disfruta más justamente porque no lo es!!
Los que crean que soy una amargada por estas apreciaciones, están en su derecho. Pero en mi defensa aclaro que adoro hacer y recibir regalos. En especial si son sorpresas.
Oh, Oh, Oh! Feliz Navidad!