¡Disparen contra Freud!

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¡Disparen contra Freud!
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¿Hay algún psicoanalizado por acá?

Yo pensaba que aunque el psicoanálisis no me gustaba mucho, no tenía nada en contra... (solía decir "el psicoanálisis es una religión que no profeso") Pero no tener nada en contra es bastante peligroso, porque si nada puede objetarse, entonces todo es objetable... bueno, no vamos a entrar a disparar como francotiradores “reprimidos”, Popper puede esperar su turno. Empezaré por decir que a pesar de todo lo que van a leer a continuación, encuentro al psicoanálisis “encantador”. Es como una especie de “sueño” para el intelecto. Porque resulta fascinante la simple pretensión de explicarlo todo desde nuestras pulsiones eróticas o suicidas, que de ambas tenemos, no me cabe la menor duda, a mi experiencia personal me remito.

Sin embargo, pese a esta fascinación adolescente con el alma trina, la búsqueda de “culpabilidades” y significados ocultos en el mundo de los sueños... con el paso de los años (y con la madurez), debo admitir que he encontrado mejores explicaciones sobre mi vida en los consejos de algunos escasos buenos amigos (gratuitos, por supuesto) y en alguna que otra orientación profunda, práctica y original a la que llegué básicamente por mérito propio, arrojando monedas al azar para leer algún capítulo del i-ching... no he probado el tarot, es cierto, me dan un poquito de miedo esas figuras sombrías y tampoco las runas (aunque eso sí me parece más divertido). En cualquier caso, creo que prefiero las técnicas de adivinación de estilo oracular frente a las proféticas (y recomendaría desconfiar muy especialmente las profecías retrospectivas)... perdón, perdón.... me fui de tema. Es que la alusión al psiconálisis despierta mi debilidad por el pensamiento mágico...

Volvamos a Freud y sus feligreses. La primera sospecha que tuve respecto al psicoanálisis fue meramente práctica. Observé que la terapia psicoanalítica estaba demasiado centrada en el egoísmo del “paciente”. A lo mejor esta fue una experiencia personal, pero pareciera que para el psicoanalista, el analizado siempre tiene la razón (...y cómo no tenerla ¡con los honorarios que se pagan!), porque todos sus problemas son responsabilidad de otros, ya sea por algún trauma que se te generó en la infancia o por otros traumas que otros tuvieron en la infancia. La cadena traumática prolonga tus sesiones hasta que se acabe tu paciencia o tu dinero. Nunca se pone en evidencia si el paciente en cuestión es un inmaduro bárbaro que no sabe poner distancia y mirar con misericordia el error que quizá otro pudo haber cometido... que generalmente se mide fuera de contexto y asilado de toda la red de relaciones que inciden en nuestro accionar. Nunca pone en evidencia si el paciente es un egoísta absurdo que pretende que todos bailen al ritmo de sus deseos y necesidades y que tal vez, la vida es adaptarse un poco al baile del otro. Digamos, como método terapéutico, me parecía medio... medio a contramano de la realidad, ¿o qué es la realidad social sino una red de individualidades en interacción?

Pero con el tiempo fui dando con otros argumentos más relevantes respecto a la poca seriedad del psicionálisis, como ciencia y como método terapéutico. En parte siguiendo a Mario Bunge (que tuvo el paradójico honor de que sus libros fueran quemados junto a los de Freud en una pira organizada por un olvidable ministro religioso) , y agregando algo de mi propia cosecha, paso a enumerar:

a. Las principales hipótesis de la teoría freudiana no serían sustentadas por los avances de la biología:

El impulso sexual es innato y se manifiesta a partir de la más temprana infancia. El centro del placer sexual se halla en el hipotálamo, órgano que durante la infancia se encuentra subdesarrollado, por lo tanto, la atracción sexual no puede definirse como tal.

Parientes cercanos son objeto de deseo de los infantes (presuntamente a causa de su cercanía). Por la misma razón que el desarrollo del hipotálamo es insuficiente para generar deseos sexuales, no hay objeto de deseo sexual identificable durante la infancia.

El tabú del incesto es una convención social, luego, el deseo sexual incestuoso se reprime en el inconciente y estra represión se manifiesta el el odio al progenitor del sexo contrario. El incesto es aquí una variable independiente del hipotético impulso sexual de los infantes ¿Se ha investigado empíricamente esta variable? Edward Westermarck (1891) realizó una primera aproximación al problema y concluyó que en términos normales, las personas no sienten atractivo sexual hacia personas con las que han tenido un contacto íntimo y prolongado en la infancia. Un siglo después, Arthur P. Wolf (1995) realizó una importante investigación de campo en una población muy particular, en Taiwan, en donde una práctica social facilitaba el marco para estudiar esta hipótesis. En esta sociedad, existían dos clases de matrimonio, en el primero (llamado “matrimonio mayor”), los esposos se conocían en el momento de casarse. En el segundo (llamado “matrimonio menor”), los esposos eran criados juntos desde pequeños (como si fueran hermanos) por los suegros de la niña. La conclusión de esta extensa investigación (más de 25 años y más de 14 mil casos) fue que los matrimonios más exitosos (definiendo operacionalmente “éxito” como duración, fecundidad y fidelidad) fueron aquellos en los que la pareja no había sido criada fraternalmente durante la infancia. La proximidad física en la niñez no sería, como pretende la hipótesis freudiana, un desencadenante “natural” de deseo incestuoso. La represión sería innecesaria.

Las experiencias de los primeros años de vida condicionan el destino del individuo. Menos cautos que los astrólogos (que afirman que “los astros inclinan pero no determinan”) los herederos de Freud saben en ver en las primeras experiencias infantiles las causas de nuestro destino. Son importantes los primeros años de vida, por supuesto. Pero lo son desde un sentido mucho más amplio. Rutter (1993) demuestra con datos empíricos que el desarrollo psíquico involucra simultáneamente el peso conjunto del genoma, el ambiente social, las circunstancias fortuitas y la propia iniciativa del niño. Eso explicaría diferencias de personalidad entre individuos que tuvieran los mismos padres e incluso hubieran atravesado por circunstancias vitales similares.

b. Afirmaciones que van en contra del sentido común... o al menos en contra de mi experiencia:

La frustación sexual causa neurosis. Bueno, yo diría (coincido linealmente con Bunge) que más bien causa mal humor... digamos estress. Pero se arregla fácil (no hace falta ir a “terapia” :-)) La violencia nunca podría ser generada por mera represión del instinto sexual, tampoco. Creo que está bastante probado también que las causas sociales o ideológicas son mucho más evidentes y relevantes en gran escala.

Envidia femenina del pene y otros asuntos relacionados con que a la mujer le falta “algo” que el hombre tiene. Bueno... ja ja. Sobre esto no voy a comentar nada, ¿qué se puede decir frente a este machismo evidente?????

El contenido simbólico-sexual de los sueños. Mi opinión es que el “simbolismo” freudiano (obelisco porteño incluído) es tan evidente que ya de simbólico e inconciente no tiene nada. Porque, como todos sabemos el “doble sentido” cuando es trillado, es tan explícito como la denotación. En conclusión, si el velo simbólico es descubierto y el inconciente se hace conciente ¿a dónde quedó la represión? ¿qué sentido tendría la simbolización?

El alma trina (Yo-Super yo-Ello). El Super yo, reprime al Yo de la “desfachatez” del Ello con los recuerdos traumáticos infantiles incluídos. El analista “destapa la olla” a través del método de la asociación libre. Me pregunto si el analista puede mantenerse al margen de este juego de asociaciones tan divertido y creativo... pero más me pregunto si algún analista está interesado en saber cuál es la correspondencia biológica entre esta posible estructura teórica inmaterial de la dinámica de la personalidad.

El ser humano es mayoritariamente irracional. Creo que la irracionalidad es parte de lo humano, pero la historia de la humanidad más bien da cuenta de la racionalidad, ventaja evidente del hombre respecto a las demás especies.

c. Objeciones metodológicas. (Bueno, sí, llego el turno de Popper):

¿Rigor metodológico? Popper definió como condición para que un saber sea tenido por científico, el hecho de que sus proposiciones puedan imaginarse en circunstancias en que estas serían falsas. Si bien el falsacionismo podría considerarse como insuficiente para determinar la calidad científica de una proposición, que una supuesta ciencia no cumpla con este requisito resulta por lo menos, sospechoso. El psicoanálisis tiene en la “represión” una evidente coartada que impide falsear la hipótesis del complejo de Edipo.

¿Qué tal un estudio interdisciplinario? Por otra parte, el psicoanálisis parece mantenerse como un saber aislado del cuerpo general del conocimiento científico ¿por qué los psicoanalistas no se interesan en los descubrimientos de Morris, Öhman y Folan (1998) sobre el aprendizaje emocional conciente e inconciente en la amigdala humana? Porque de acuerdo al enfoque psicoanalítico, el objeto de estudio de éstos es la “psique” y no el “cerebro”. ¡Como si no hubiera datos empíricos suficientes para asumir la existencia biológica de la “psique”!

Ahora la pregunta... muy en serio. Me pregunto por qué con todas estas objeciones (podrán ser discutibles algunas, pero los datos empíricos son contundentes) el psicoanálisis es aún tan relevante en ciertos ámbitos académicos y profesionales. ¿Cómo puede ser ésto posible?

¿Resistencias yo? ¡Qué les recontra la transferencia!

por Graciela Paula Caldeiro