La ira es una emoción que generalmente se desata cuando nos sentimos física o simbólicamente atacados o amenazados en forma injusta. Está percepción dispara una liberación de catecolaminas que generan un ataque de energía rápido e intermitente que dura unos minutos, tras las cuales el cuerpo se prepara para atacar o para huir. Mientras tanto, la amigdala a través de la rama adrenocortical del sistema nervioso crea un fondo tónico general de disposición para la acción que dura mucho más que el aumento de energía dado por las catecolaminas. Este estímulo puede durar horas o días y tiene como efecto producir un estado de ánimo propicio a la exitación. Es decir, si tuvimos un pésimo día... con toda seguridad, nos irritaremos más fácilmente.

Pero el punto central es que la ira parece retroalimentarse aumentando cada vez más el nivel de exitación y por lo tanto, dar rienda suelta no parece ser bueno para el iracundo. Sin embargo, la ‘sabiduría popular’ suele afirmar que contenerla hace peor.

¿Qué piensan?

por Graciela Paula Caldeiro