El sábado 17 de mayo se cumplieron dos décadas del trágico accidente de Chernobyl, en la ex URSS en el que se expandió una radiación un centenar de veces mayor que la que emitieron juntas las bombas atómicas de Hiroshima y Nagasaki. Se estima que el número de víctimas alcanza la escalofriante cifra del 30.000 personas y que aproximadamente 6 millones viven aún en áreas contaminadas.

Según investigaciones Israelíes y Ucranianas, tras el desastre de 1986 se presentó un aumento notable en la cantidad de mutaciones genéticas en los niños concebidos después de la explosión del reactor nuclear. El estudio examinó a los hijos de los "liquidadores", personas que se encargaron de realizar la limpieza de los restos y que por lo tanto, habían estado expuestos a la peligrosa radiación. Detectaron, por ejemplo, que dosis pequeñas de radiación pueden inducir cambios múltiples en el ADN. La conclusión es que los daños de la radiación se transmiten biológicamente a la generación siguiente. Y por lo tanto, las consecuencias de un accidente nuclear perduran en el ambiente y pero también en las personas: el daño total es incalculable.

Como suele suceder con la mayoría de los accidentes, se revela ahora tardíamente que, según archivos de la agencia de inteligencia soviética (KGB), la central no estaba en regla y que ya en 1982 había sufrido una pérdida. Un informe de 1984 señala deficiencia en dos reactores y el mal estado de algunos otros equipos.

Como es sabido, la planta de Chernobyl siguió en funciones hasta diciembre del 2000, cuando finalmente fue clausurada por las presiones de los paises centrales. Incluso, Ucrania, necesitada de ingresos, considera la excéntrica posiblidad de desarrollar actividad turística en la zona.

Pero analizando el tema en un contexto más amplio, el dato central es que la energía nuclear produce el 15% de la electricidad mundial. Y aunque Chernobyl puso en tela de juicio la utilización de la energía atómica, incluso con fines pacíficos, sustituir la totalidad de éstas centrales en el corto plazo parece que no sería posible.

El punto más preocupante al respecto es que estándares internacionales de seguridad para las instalaciones nucleares no se aplican de manera universal en todas las naciones. Esto es bastante evidente en las antiguas repúblicas soviéticas y de Europa Oriental en donde la percepción subjetiva de la ecuación riesgo/costo/seguridad y consecuencias de un eventual desastre, se perciben desde parámetros algo diferentes. Asusta pensar que puedan volver a cometerse los mismos errores.

por Graciela Paula Caldeiro